domingo, 25 de julio de 2010

Vidas: L

L vivía encerrado en su propio cosmos. Era como si su propio mundo le absorbiese y no le dejase ver más allá. Siempre paseaba embobado, fijándose en los minuciosos detalles de cada objeto que se encontraba a su alrededor. Siempre solía estar lejos del mundo real, como si flotase en el interior de una burbuja que asciende poco a poco, alzándose a varios metros sobre el suelo. Y ese era su peor defecto. Su abstracción era tal que las voces de los demás le llegaban distorsionadas, como si las escuchase a través de un vaso de cristal. Sin embargo L, como muchas personas, siempre tuvo miedo de quedarse solo. Ese miedo irracional, sumado a su sentimiento de culpabilidad, a veces le llevaba a comportarse de manera estúpida; era como si siempre se esforzase por construir una máscara, un disfraz escogido estrategicamente para cada ocasión, con el fin de agradar siempre a las personas con las que estaba. L nunca fue él mismo realmente; su pasado y su experiencia anterior le habían enseñado en que su éxito dependía en hacer todo lo posible por agradar a las personas de su alrededor. Era como una bola de plastilina, que se moldeaba para intentar encajar en un sitio o en otro. Pero el comportamiento de L le jugó una mala pasada, y su falta de astucia acabaron por delatarlo. El ser una moneda con dos caras acabó haciendo que se quedase solo y que recurriese a cualquier estratagema para volver a reconstruir ese castillo de naipes inestable que era su vida.
Su disfraz no había sido tan eficaz como él pensaba y ahora se da cuenta de que las cosas le hubieran ido mucho mejor si hubiese sido él mismo desde el primer momento de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario