domingo, 31 de octubre de 2010

Transición.



Aprieto los párpados y entierro mi cara en la almohada. Ya no hay nada que hacer. El sol matinal ha entrado por la ventan. Me despierto y me quedo una fracción de segundo sentado sobre la cama, como en un estado de apnea. Resucito, son las 9. Me arrastro como puedo hasta la cocina y preparo una cafetera. Mientras dejo que el calor de la raquítica vitrocerámica de la resi haga su función voy hasta el lavabo y me sumerjo en el pequeño mar de agua helada que entra entre las palmas de mis manos. Oficialmente ya estoy despierto. La cafetera empieza a rugir y a soltar vapor, el café ya esta listo. Un pequeño chorro de leche y dos cucharadas de azúcar, ya esta. Siempre me gustó mas el café oscuro, pero dulce a la vez. De camino a mi habitación tropiezo con el cargador de mi ordenador, (Que típico! siempre lo dejo tirado por el suelo.). Miro de reojo y con expresión de odio a mis apuntes de genética, que están sobre la mesa. Ellos me contestan involuntariamente en mi cabeza "Venga! Estúdiame!"...que se lo han creído, hoy no me apetece.
Inconscientemente vuelvo a sentarme sobre la cama. Me siento como un indio y me tapo las piernas cruzadas con el edredón y vuelvo al punto de partida.
Miro por la ventana con un cierto grado de hipnotismo. Quizás algún pájaro o quizás las hojas de los árboles, amarillentas por estas fechas.
Entonces es cuando me doy cuenta de cuanto echo de menos a los mios. Mientras pego algún sorbo al café enciendo el portátil y me pongo a curiosear el tuenti y el facebook, para ver si logro dar con la pista de alguno de ellos. Acto seguido entro en Twitter. Se podría decir que es la red social que más me gusta. Será por su sencillez, pero me gusta por que la gente puede escribir la primera chorrada que se le venga en gana. Pequeños testimonios, estados animicos, que sin necesidad de fotos pueden hacerte llegar a entender muchas cosas, o incluso a replantearte otras muchas. (Viva Twitter!) Ahí están! Al fin he conseguido encontrar algún rastro de su paso.
Parece que se lo están pasando en grande. Pero la verdad es que me aterra un poco.
Desde la lejanía observo como cada uno va tomando sus caminos. Creciendo como personas. Algunos en Asturias, otros en Madrid...y yo aquí, a mitad de camino, en León. Cada vez menos comunicación y la distancia va engrosándose como si de un globo se tratase. Hinchándose cada vez más hasta que alcance su limite elástico y explote. Y los pedazos se repartirán por el espacio sin que jamás puedan juntarse de nuevo. Y yo me veré una vez más en el epicentro de ese caos, con la impotencia de no poder hacer nada; tan solo como un simple observador de como el egoísmo y el orgullo habrán destruido algo tan hermoso como era la amistad. ¿Donde quedo todo? ¿Que fue de aquel tiempo en que eramos como hermanos y nos bastaban unas tazas de café y una mesa con sillas alrededor para sentir la calidez y el bienestar de nuestra compañía?
Ahora todo se reduce a noches de música estrepitosa, botellas de cerveza medio vacías, chupitos de alcohol matarratas, máscaras. Falsos disfraces.
Extraño las fiestas todos juntos, las fotografías de grupo, las botellas de sidra en el cerro en el verano, cantar canciones por la calle a voz en grito todos cogidos del brazo, pero sobretodo el sonido de nuestras risas a coro.
Pero parece que todo eso se esfumó, en apenas unos meses. Y que esto es una transición de lo que se avecina. Que lo peor está por llegar. Lo presiento.
Tengo miedo. Miedo a rodearme de personas vacías por dentro, que se apiñan por no quedar de "marginados", por el simple echo de no llevar esa etiquetas escritas en la frente. Hace tiempo que salgo emocionalmente "solo". Necesito que todas las piezas encajen de nuevo y que formen el puzzle extraordinario que en un pasado fuimos.
Pero tal y como están las cosas, es como pedirle peras al olmo.


Ahora tomo el café yo solo.





Y como la entrada no me podía salir más melancólica, Ahí va:

Love of Lesbian – Alli donde soliamos gritar

domingo, 24 de octubre de 2010

Love like winter.


Un cristal parcialmente empañado. Arrastro con mi mano el vaho acumulado sobre el grueso cristal de la ventana de mi cuarto. No lo noto pero se que en el exterior hace un frío que cala hasta los huesos. Un pájaro vuela en contra las fuerzas invisibles del viento, buscando cobijo bajo algún tejado o en la seguridad de la rama de un árbol. La poca gente que transita por la acera de enfrente va tan abrigada, enmascarada en bufandas que apenas puedo ver su rostro. No hay duda, el invierno ha llegado.
Al contrario de lo que la mayoría de la gente opina, adoro el invierno. Muchos son más partidarios de la arena, la toalla y los rayos del sol; sin embargo encuentro en el invierno algo mágico. Y es que esta época del año me hace valorar más las pequeñas cosas, insignificantes a simple vista, como entrar a tu bar favorito después de un paseo bajo la nieve y sentarte frente a una taza de café bien caliente, ese que tanto te gusta. Tonterías, pero que cuando el tiempo es bueno pasan un tanto desapercibidas.
Además el frío del invierno trae un regalo increíble, la nieve. Cuando el agua se convierte en ese mágico polvo que todo lo cubre. Siempre me ha gustado la nieve, tiene ese punto melancólico que me encanta. Cubriendo campos, encaneciendo a los arboles, congelando los charcos y las gotas que caen por los tejados y repisas convirtiéndolas en clavos helados y transparentes, pero lo que más me gusta de la nieve es que oculta a la gente. Caminar por calles desiertas, en las que solo se escucha el sonido de la brisa rozando tus oídos, el sonido de las botas aplastando la nieve a cada paso bajo tus pies o el sonido de las ruedas sobre el asfalto de algún coche lejano.
Se que aun esta lejos, pero cuando los primeros copos aterricen sobre el suelo, saldré a pasear bajo la nieve, a compartir un poco de mi tristeza con el frío invierno.