domingo, 24 de octubre de 2010

Love like winter.


Un cristal parcialmente empañado. Arrastro con mi mano el vaho acumulado sobre el grueso cristal de la ventana de mi cuarto. No lo noto pero se que en el exterior hace un frío que cala hasta los huesos. Un pájaro vuela en contra las fuerzas invisibles del viento, buscando cobijo bajo algún tejado o en la seguridad de la rama de un árbol. La poca gente que transita por la acera de enfrente va tan abrigada, enmascarada en bufandas que apenas puedo ver su rostro. No hay duda, el invierno ha llegado.
Al contrario de lo que la mayoría de la gente opina, adoro el invierno. Muchos son más partidarios de la arena, la toalla y los rayos del sol; sin embargo encuentro en el invierno algo mágico. Y es que esta época del año me hace valorar más las pequeñas cosas, insignificantes a simple vista, como entrar a tu bar favorito después de un paseo bajo la nieve y sentarte frente a una taza de café bien caliente, ese que tanto te gusta. Tonterías, pero que cuando el tiempo es bueno pasan un tanto desapercibidas.
Además el frío del invierno trae un regalo increíble, la nieve. Cuando el agua se convierte en ese mágico polvo que todo lo cubre. Siempre me ha gustado la nieve, tiene ese punto melancólico que me encanta. Cubriendo campos, encaneciendo a los arboles, congelando los charcos y las gotas que caen por los tejados y repisas convirtiéndolas en clavos helados y transparentes, pero lo que más me gusta de la nieve es que oculta a la gente. Caminar por calles desiertas, en las que solo se escucha el sonido de la brisa rozando tus oídos, el sonido de las botas aplastando la nieve a cada paso bajo tus pies o el sonido de las ruedas sobre el asfalto de algún coche lejano.
Se que aun esta lejos, pero cuando los primeros copos aterricen sobre el suelo, saldré a pasear bajo la nieve, a compartir un poco de mi tristeza con el frío invierno.

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